Nenas, tengo que confesaroslo, según vais cumpliendo años hay algo de lo que me doy cuenta, y aquí llega otro aprendizaje monumental: Nada está bajo mi control. Cuando erais bebés o peques desaprendí, aprendí, me hice tropecientos cursos, formaciones, me hinché a leer, escuchaba, compartía, ponía en práctica, lloraba porque a veces esa práctica era muy difícil. Reía con vosotras. Pero todo esto, salvo alguna que otra experiencia en la que regulas a la familia política y a la propia, aprendes a confiar, sueltas un poquito, estás deseando soltar… todo eso era fácil…y ahora. Ahora que os veo convertiros en personas interesantísimas, divertidas, nobles, a veces crueles (c’est la vie), reflexivas. Ahora que veo que empezáis a tomar decisiones (una antes que la otra) importantes sobre vuestro camino… ahora veo el resto del mundo y entro en apnea.
Estoy acojonada. Porque el resto del mundo no es reflexivo, el resto del mundo sigue en la puta caverna viendo y viviendo la existencia desde el reflejo de unas sombras. Entro en pánico pensando en el tipo de gente con la que váis a tener que lidiar y me frustra enormemente no estar ahí para cortar cabezas como Laguertha en el campo de batalla. Y aquí me doy cuenta de que soy mi madre, soy como todas las madres. Me da miedo soltar, me da pánico que os hagan daño, me da terror que ese daño sea irreparable. Y llego a la conclusión de que tengo que dejar de ver Euphoria, Por 13 razones, Skins o cualquier serie que me recuerde el status quo del mundo adolescente. Porque yo he conseguido crear este mundo burbuja en el que todas las mujeres con las que me relaciono están más o menos despiertas, se trabajan, reflexionan… vivo en un mundo que no es lo general y me veo pensando: ¡No sabes lo que hay ahí fuera!
Y escucho a mi madre… y ¡cómo jode! Creedme, me jode muchísimo. Supongo que tenéis herramientas, sé que sí. Sé que sois muchísimo más fuertes de lo que yo pienso, pero pienso que no quiero que tengáis que ser fuertes. No sé, es todo un lío. Sigo reconociendo la sabiduría de la naturaleza cuando entráis en secuestro amigdalar (en castellano: dais rienda suelta a vuestra crueldad) y deseo que crezcáis antes de que se me pire a mi. Ser madre a veces da mucho miedo.
Leo sobre la pobreza de empatía en los consumidores de porno (incluyo las consumidoras… pero creo que este papel se ve más influenciado por cómo construyes tu propio relato y cómo te dejas tratar y piensas que te lo pasas bien mientras te vass pudriendo por dentro), leo sobre cómo los adolescentes se educan a través de películas llenas de violencia cuyas actrices se acaban suicidando absorbidas por ese inmenso vacío y tristeza que las va consumiendo. Leo sobre ello y me inunda la pena y el desasosiego. Luego leo a personas de alguna generación por encima de vosotras y creo que hay esperanza. Pero sobre todo me da miedo que este miedo acabe atravesando vuestra realidad en vez de dejar que la construyáis.
Así que procedo a abrazaros mucho y largo (¿sabéis que los abrazos de más de ocho segundos aumentan la oxitocina y por lo tanto predispone a la empatía?), os hago saber que estoy sin meterme demasiado en vuestras cosas. Bueno, con Vera todavía queda. Aunque la cague mucho, queridas, os juro que intento hacerlo lo mejor que puedo sin olvidarme de mi ni dejarme por el camino, porque soy consciente de que os estoy haciendo un traje que tendréis que tunear, remendar y hacerlo vuestro, pero sintiéndolo mucho, lo que viene siendo el patronaje es cosa mía. Si os sirve de algo estoy tratando de que sea lo mejor posible.
Así que nada, esto es lo que hay, otra puñetera crisis en este camino de ser vuestra madre. Ahora mismo ser madre da mucho miedo, pero sé que conseguiremos que no sea así… más me vale.
Besos, mamá.