12.diciembre.2013
Cuando la semana empieza con un par de estornudos y mocos colganderos… ten miedo, mucho miedo. Tus dos retoñas acaban de superar otitis, faringitis y una especie de gripe estomacal que tú (crees) has esquivado como un recortador en feria. Te pasas el finde repartiendo amor, telas, cuellos, un cine con tu mayor, una sesión de fotos en un parque helado que te pasas, preparación del mural de la «semana protagonista», repartir jarabes y tónicos «osito», preparar tres tipos de cereal nunca antes cocinado en casa…
En fin, que te has pasado un puente fingiendo que eres superwoman y tú te crees que ha colado. Pues no querida, aquí viene tu cuerpo para darte un tortazo y sacarte de tu estúpido error. ¡Eso te pasa por creída!
Empiezas el lunes cosiendo a todo trapo, a por telas, compra porque marido, en modo «lo mío pa’ mi», te hizo una compra absolutamente inútil, y es que cuando va solo le sale el ahorrador que lleva dentro y se cree que con un calabacín, dos puerros y cuatro yogures tenemos la semana hecha. Y te acuestas después de cole, niñas, cocina, encargos y demás agotada y con un par de velas que amenazan con darte la noche.
Y así increscendo hasta el jueves, ese día, a las seis de la mañana y con tic de tía zumbada miras con cierta inquina a marido, que huye a su trabajo de una casa que empieza con «mamá quiero» seguido por un «papapapavooooo» en delfínido. Tras cuatro días sin tiempo para ducharte, han cortado el agua caliente y tú, con 38,5 grados celsius en tu cuerpini, un moño engominado al natural y una congestión que no te permite pronunciar ciertas consonantes, acicalas a tus churumbelas, las abrigas hasta que solo se les ven los ojos y a Dios pones por testigo de que no se volverán a resfriar.
A la hora de comer llevas tantos días con ganas de vomitar, aguantándolas y haciendo como que no las ves, para que no se lo crean, que decides gastarte nueve euracos en un test de embarazo que te acojina hasta límites insospechados porque han cambiado el formato y ahora son dos rayas «no embarazada», pero tú, que ya tenías experiencia y tiraste a la basura las instrucciones, las rescatas humedecidas por un té y las miras con la lágrima a punto de dejarte sin visión ante la terrorífica perspectiva de un tercer churumbel… dos es bueno. Vale, lágrima pa dentro. Es entonces cuando te das cuenta de que una gripe galopante se está haciendo con tu cuerpo, tu beba no quiere siesta y tú te quieres morir.
Hoy es uno de esos días en los que te gustaría volver a ser hija. ¡Vivan las madres!
Pero no preocuparse, que las madres somos como los toreros, un día malas y al día siguiente como nuevas… me aferro a esa idea porque tengo que positivizar mi tiritona ¡ozú qué frío! Besitossss 🙂