¡Hola! «A ver con qué tema nuevo nos va a dar la brasa esta rara mujer». Estaréis pensando. No os quepa la menor duda, os voy a dar la brasa. En nuestro camino de buscar una educación más respetuosa, nos hemos cruzado con la Asociación Apita. Este finde pasado asistimos al curso «Acompañando al ser». Y digo asistimos porque estoy metiendo a Marido, también conocido como Calvosepsi, en todos los fregaos que puedo, porque está visto que ni a mi me gusta hacer resúmenes, ni él interiorizaba la información que yo le daba.
Total, nos pasamos el domingo rodeados de esa gente rara que, como nosotros, busca formarse para tener más herramientas como padres o acompañantes en esta educación que hemos elegido (ojo cuidao, que no desdeño la que elijan los demás). Voy a dividir en varios post todas las reflexiones que tengo a colación de estas formaciones y he elegido «mis automáticos» para empezar. Los resortes que me hacen cabrearme, esas cosas en las que tengo la mecha más bien corta.
Y en vez de hacer auto crítica, que ya está bien de juzgarnos e irnos enterrando nuestro ser en juicios inútiles, voy a autoreflexionar. Preguntarme qué es lo que me pasó a mi de pequeña en esa situación, qué es lo que me impide disfrutar de esa sensación e intentar superar esas pequeñas fobias que me llenan de agobios con mis pequeñas guerreras.
Una de las cosas que me suelen hacer pegar una voz, suele ser que me digan mamá 1.283.782.742.375.602.385 veces mientras hablo con alguien. De dónde viene ese automático. De que efectivamente, yo lo hacía de pequeña y mi madre aguantaba miles y miles de «mamaa» antes de pararme o contestarme. ¿Cómo lo afronto? Respondiendo al primer mamá con toda la calma y el amor del mundo con una descripción: Nora, ahora estoy hablando por teléfono, cuando deje de hablar por teléfono te atiendo. Y esto siendo consciente de que esa llamada no se puede alargar demasiado. ¡Hostia! ¡Funciona!
Otro automático mío salta cuando Vera mete las manos en el yogur. Una necesidad básica de ella y su edad es meter las manos en las cosas cremosas, experimentar con texturas. Llámalo purés, yogur, salsas, cremas, jabones, el caso es que tenga como característica la untuosidad y la capacidad de ensuciar todo mucho.
De verdad es una necesidad fisiológica suya, está en la etapa de untarse yogur en el pelo, la camiseta, la mesa, el suelo, mi brazo… y yo, que fui niña de cuchara, que me rebañaron las papillas de la cara y que recibí el mensaje mil veces de «con las manos no se come», a mi padre le ponía malo, tengo un automático que salta cuando veo la manita de vera introducirse en un yogur. Esto es así y no puedo con ello, aunque llego a ser más tolerante que Marido. Lo estoy trabajando.
Así que he decidido adaptar la terraza para que ellas puedan experimentar sin que a mi me de un tabardo. Para no acabar gritando después de morderme las uñas hasta la cutícula. Algo genial fue prepararles en la bañera un barreño (flotante) con una mezcla de jabón y suavizante. Perfecto para cubrir parte de esa necesidad sin morir de asco. Eso sí, tengo pendiente comprar un ule, seis yogures y dejar que pase lo que tiene que pasar. Yo respiraré hondo mientras acompañe la catarsis.
Mientras tanto, sigo analizando mis automáticos y sus porqués para que ellas sigan cubriendo todas esas necesidades que yo, por lo que sea, no cubro o paro. Y tú, ¿Has pensado en cuáles son? ¿Cuáles son esas cosas que no soportas que hagan tus hijos y el por qué? Lanzo la pregunta por poner un punto de inicio en esa autorreflexión que tanto puede ayudarnos a mejorar.
Sé que este tipo de post son un poco putada y un poquito aburridos, pero a mi me sirven para darme cuenta de qué es lo que necesitamos nosotros, como padres. Analizar qué queremos cambiar para que las pitufas puedan cubrir esas necesidades que surgen como parte de su crecimiento como personas. Por nada del mundo quiero ser un freno a su curiosidad.
Que tengáis una semana genial. Besitos 🙂
Mi Álter Ego
Me encanta tu terraza. Es una cucada!!! A mí también me da mucha rabia que me interrumpan cuando estoy hablando (y eso que no tengo niños) y que jueguen con la comida, ya ni qué decir… Creo que yo llevaría mal lo de los «automáticos». Jajajaja. Besotes!!!
mariaddlor
Jajajaja, eso es trabajarlos o ceder el momento al que lo lleve mejor. Tienen la necesidad de ver qué pasa cuando untan en la mesa el puré, meter la mano en el yogur o ponérselo en el pelo como mascarilla. Jajajaja. Es taaaan difícil. Besotes!!!!!
Bichilla
Yo a veces con estas cosas me pongo un poco escéptica/cínica. Te comento con el ejemplo de «mamá un millón de veces»: a mí me pone frenética también… Pero… ¿¿¿y a quién no??? Es ue es algo desagradable «per se», no crees? Que te machaquen 80 veces con la misma palabra sin tregua ni desaliento, jajaja! En otras cosas quizá sí hay algo oculto de nuestra propia infancia, pero en cosas como esta no lo veo.
Y luego la teoría de contestar a la primera eso que dices… está genial, pero joder, a mí no me funciona NI DE COÑA. Y flipo con que haya niños con los que funcione! Bueno, flipo y muero de envidia, jajaja! En mi caso es:
-mama…
-Leo, ahora estoy hablando por teléfono, cuando deje de hablar por teléfono te atiendo.
– … (3 segundos después…)
-mama… es que… mama un momento…
-Leo, cariño, estoy hablando, ahora no puedo, un segundo vale?
-mama es que es un momento… mamá… mamá, mamá, MAMÁ!!!!!! MAMÁ!!!!
Y así. 😉
Por eso a veces pienso que cuando damos estos consejos es importante matizar: «A MÍ me funciona», y ser conscientes de que el mérito es sobretodo de nuestros hijos, es decir, que se esperan porque ellos quieren, no porque nosotras hayamos hablado con calma y hayamos expicado las cosas a la primera.
No sé si sonaré borde, para nada eh?? Te hablo desde la confianza, además sé que tú pasas lo tuyo con tus pequeñas guerreras y eres humilde al máximo. Es sólo una reflexión porque mi experiencia con todas estas «frases mágicas» y «trucos respetuosos» es que no siempre funcionan, depende mucho del carácter del niño.
Eso sí, aunque no funcione… pues sí, hay que seguir haciéndolo, explicar las cosas con calma y eso… y reSpirar muy hondo cuando el enésimo mamá se te incrusta en el cerebro y asumes que vas a dejar de hablar con la otra persona porque total, no te estás enterando de nada y ya le has hecho ejercitar su paciencia lo suficiente… y la tuya propia también. XD
Por cierto… esa terraza mola un montón!!!! Me encanta!! Yo no tengo y es un espacio genial para montar cosas así para ellos.
Un besazo!!!
mariaddlor
Bichilla, no me suenas borde! jajaja. Helena, la que nos dio la charla tenía razón en una cosa, y por eso yo siempre hablo desde mi experiencia, y es que no hay dos respuestas iguales para dos mamás y dos niños diferentes. Yo me di cuenta, por ejemplo, de que Nora estaba estresada porque desde siempre le hemos dado muchas explicaciones que no necesitaba y que la mayoría de las veces le ponía los límites casi preguntando.
Es que más allá de la magia, cuando te enfrentas con la verdad de: un límite conlleva a un llanto, un llanto que es bueno, que libera el organismo del cortisol creado por esa frustración y que deja al niño bien. Pero claro, a ver quien es la madre, que a priori, aguanta 30 llantinas de esas acompañando con mucho amor, porque a mi me entran ganas de matar y es entrar el padre por la puerta y decirle: te toca! jajajaja.
Na, es un camino duro y hacemos lo que podemos, no hace falta fustigarse para nada. 😉 A veces solo nos falta tiempo para poder conectar con nosotras y así poder estar al 100% con los pitufos. Ardua tarea la nuestra y encima nada recompensada por la sociedad.
Un besote!
nurananu
You rock, girl!
Me ha encantado este post. Tu relación entre esas cosas que te crispan y como las viviste de pequeña. Me parece un planteamiento genial. Me he visto retratada en tu descripción de cómo lo hacían contigo y cómo lo haces tú. Yo también cedí ante la evidencia de la guarrería del yogur… me armé de valor y de trapos… y me relajé. Y el resultado es que mis nenes aprendieron a comerse el yogur solitos mucho antes que yo!! que todavía me lo da mi madre. Naaa… bromita.
Esa esquina de enguarrar es preciosa! 🙂
mariaddlor
Jajajaja, me encanta el comentario. Manda carayo que haya tenido que venir una mujer y abrirme los ojos de esa manera, jajaja. Sí, totalmente. Nuestro origen marca mucho! Mi suegra colapsa, era una niña entre algodones con una familia muy religiosa y la mujer hay veces que no sabe gestionar sus emociones con respecto a mis hijas… Ve lo que hacen en ese rincón y se desmaya. Un besote!
Mama piofaurio
Muy interesante tu post. Mis automáticos suelen saltar con más fuerza cuanto mayor es el cansancio, supongo que nos pasa a todas, y a todos. El espacio de experimentación que has creado para tus niñas es increíble. Mi terraza, sí se puede llamar así, es demasiado pequeña para esto. Pero podríamos irnos a casa de los abuelitos para experimentar, jajaja. Por cierto, mi niña pequeña es también una escaladora que me trae loca y que colecciona chichones. Y no se pasa con la edad, no? Ay!!
mariaddlor
Jajaja, no, va a más, yo era una pequeña intrépida y con los años se convierte en un hobby. Yo lo que hago con Vera es dejar que baje ella sola de los sitios, hay veces que llora y yo estoy a su lado, cuando termina de llorar baja. Y me he dado cuenta de que esta es una manera de que ella se mida y no tenga tantos chichones. Pero bueno, las marcas de guerra son inevitables 😉 Igual, si no hay espacio en casa vale la arena del parque 😉 Un besete!
Mo
Mola!! Voy a reflexionar sobre mis automáticos, que el tema tiene enjundia.
Muaca!
mariaddlor
Jajajaja, yo tengo 200.000 automáticos, me paso el día recapacitando sobre cinco o seis, poco a poco, tampoco puedo cambiarlos en un día. Sin presión! Jajaja, un besete!
Drew
Mi automático salta cuando me tira de la ropa, sobre todo para pedir teta. Me mata, me pone de una mala leche horrible. Intento evitar la situación, pero en fin… hay que trabajar. El otro salta cuando se mete en el cuenco de agua de los perros. Un día hice lo que tu, le metí en la bañera con el cuenco, y fiesta… el problema es… como le explicas que ese día si, pero el resto no? Besos!
mariaddlor
Drew, lo que haría yo es, cuando el cuenco está en el suelo del salón o donde lo tengas, interponerme físicamente y tranquila pero firme decirle: aquí no te dejo, en la bañera puedes jugar con el plato, pero aquí no. Y sí, serán unas 9831478273648235482 veces, cada día una o dos o 3000 veces menos. Porque los límites los aprenden por repetición. Y hacer frente a su enfado sin problemas, eso era lo que él quería y tiene derecho a enfadarse, sin más. Pero sé que desde fuera resulta fácil decirlo y te rechina, jajaja. No hay fórmula mágica, la repetición es el secreto.
Yo creo que no te ha de preocupar ponerle ese límite, además tiene coherencia. Y si no le quieres dejar nunca, no le dejes. Un besote!!!!
Acompañando: El llanto, esa excreción |
[…] de ver que eso es lo que necesita y tu tienes la gran fortuna de estar a su lado. En este punto podemos repasar nuestros automáticos y pensar en cuántas veces nos han acompañado en el llanto cuando éramos pequeños. Ahora ya […]