Nora es la reina de la casa. Ella fue la primera en llamarme mamá. La que hizo que me pasara seis meses durmiendo como mucho 20 minutos seguidos. Mi compañera de estudios en sus primeros meses. La razón por la que al menos diez veces al día sonreía de verdad. Los ojos más bonitos que me han mirado (aunque ahora tienen otros dos compañeros). Y ahora… la que trae el club de la comedia a casa.
Dentro de un mes cumple tres años y, como no, quiere una fiesta de princesas. De pronto me encuentro rodeada de tutús rosas (de leopardo, para añadir algo de mamá), toallas que son vestidos de princesa, camas son castillos y una bruja mala, que «a de veces» («a veces» en Norés) soy yo y otras no.
Tenemos un amigo, el lobito bueno, amigo de Perucita Azul (a veces «Caperu») y Peter Pan-Duro (va vestido de azul, no de verde y sospecho que está liado con Caperu). Y desde que La Rubia comenzó a escribir su diccionario, yo no tengo lágrimas, tengo «llorones», veo «columentales», juego al «nominó», doy el pecho sentada en la «maraca» y tenemos que ver la peli de «Rompe Laf» todos los fines de semana.
En cuanto a mi vestuario, mis vestidos rompen la pana, siempre que me pongo uno me llueven halagos y tengo que hacer la promesa de rigor: «sí, te lo guardo para cuando seas mayor». Po supuesto, que si fuera por La Rubia, yo iría todo el día en tacones, pero acepta de buen grado mis deportivas chillonas, porque tienen rosa y azul.
No decae nunca mi ego, siempre tengo una personita que me dice «¡pero qué guapa eres!», aunque las ojeras me lleguen a los pies. Tengo un pelo «divinino», aunque yo me vea con un pelo «pantojil» y sin gracia, si lo veo desde su perspectiva… es de princesas. ¡Y qué no se me ocurra cortarlo! Y aunque sabe tocar los bemoles (hablo de notas musicales, por supuesto) como una profesional, también sabe como hacerte reír a carcajada limpia. Además hace magia, poque hace desaparecer lo feo del día.
Todavía estoy tratando de averiguar qué significa «degilamente» y «carcas mui». Pero me temo que aún tardaré en tener una aclaración satisfactoria. Lo mejor de todo es que aunque me sienta un desastre, aunque la montaña de ropa por planchar esté a punto de amotinarse en mi contra, aunque improvise una comida en cinco minutos, aunque los cacharros estén reproduciéndose por mitosis… para ella hago las cosas «entre regular y fenomenal» y soy la «muy mejor mamá de mundo y la luna».